lunes, 5 de noviembre de 2012

Y así surgió...


Definida por James Parkinson, en 1817, como: “movimientos involuntarios de carácter tembloroso, con disminución de la fuerza muscular, que afectan a las partes que están tanto en reposo como activas, y que incluso provocan una tendencia a la inclinación del cuerpo hacia adelante y una forma de caminar, con pasos cortos y rápidos, hasta parecer correr; los sentidos y el intelecto no sufren mayor daño.”


Sir. Parkinson bautizó a la enfermedad con el nombre “Parálisis Agitante”, destacando dos de sus componentes más específicos: acinesia (parálisis) y temblor (agitante). 
Se produce tanto en hombres como en mujeres, pero lo más común es que se dé en personas de avanzada edad (de los 6 pacientes que estudió solo 2 respondían a los rasgos característicos. Atendió a 3, y los otros 3 fueron observados fortuitamente en la calle). Este hecho se refleja por Parkinson en el prólogo de Sus Observaciones sobre la Parálisis Agitante, exponiéndolo de la siguiente forma: “Eran sugerencias precipitadas porque había utilizado conjeturas en lugar de una investigación exhaustiva (…).”

Su gran mérito radicó en relacionar el conjunto de síntomas y signos característicos detectados, en una identidad común.

Charcot, en 1864, perfeccionó la definición de la patología y le otorgó el nombre de Enfermedad de Parkinson en honor y reconocimiento a James.
Tetriakoff, en 1919, revela la parte del cerebro implicada, y la localiza en la sustancia negra del mesencéfalo. (Hasta ese instante, tan solo se sabía que podría verse involucrada la parte alta de la médula, incluyendo como mucho el bulbo, pero sin llegar a comprometer estructuras superiores). 



Aún así, todavía hoy, se desconoce la razón exacta del deterioro de las células cerebrales.









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